Tuve la mala suerte de ser el hijo mayor de mi padre. Me puso su nombre, que era también el de mi abuelo. Esperó que yo fuese como él: rudo, brutal, pistolero, matón, cazador de animales. Pero yo salí genéticamente opuesto a él, idéntico a mi madre: delicado, sensible, asustadizo, pusilánime, femenino, afectado. Yo era mi madre en miniatura, mi madre sin vagina. Mi padre era una bestia con mi madre, la hacía llorar, y naturalmente era una bestia también conmigo: me ponía de espaldas a él, me bajaba los pantalones, se sacaba la correa y me daba correazos en las nalgas. ¿Por qué? Porque odiaba que su hijo mayor fuese delicado y sensible. Porque odiaba su vida, y odiaba mi vida, y cada correazo era una manera desesperada de desahogar su desdicha, su infelicidad.

Mi padre era despótico, autoritario, mandón. A mi madre la trataba como si fuese su súbdita, su esclava. La insultaba, le daba órdenes, la hacía llorar. Le hizo doce bebés, de los cuales nacieron vivos diez, yo el mayor de los hombres. Le hacía un bebé cada año, cada año y medio. Mi madre era la mujer que lloraba en silencio y rezaba conmigo. Yo la amaba. Éramos inseparables. Nos íbamos a rezar el rosario en latín frente a la virgencita del jardín. Esperábamos con terror a que mi padre llegase del trabajo. Llegaba furioso, él siempre estaba furioso, se servía un whisky y descargaba su ira en nosotros. Yo le tenía pavor, escapaba de él, me escondía de él. La casa era muy grande, me metía en los cuartos de los empleados y me refugiaba con ellos de la furia asesina de mi padre. Ellos me querían como mi padre era incapaz de quererme.

Borracho, siempre borracho, furioso, siempre furioso, mi padre sacaba sus armas, las colocaba en la mesa grande del comedor y las limpiaba con una delicadeza y una minuciosidad que me asustaban, porque parecía un loco, un sicópata. Acariciaba sus armas como nunca lo vi acariciar a mi madre. Las tocaba, las lustraba, las soplaba, les sacaba brillo a las balas. Las armas de fuego (pistolas, revólveres, carabinas, escopetas, fusiles de guerra) tenían un lugar sagrado en su corazón, al que mi madre y yo no podíamos llegar.

Los fines de semana mi padre tomaba y tomaba y escuchaba programas de radio en inglés de la BBC de Londres. Cuanto más whisky tomaba, más violento e irascible se tornaba, más mezquino y vicioso se volvía, más prepotente y abusivo se hacía. A mí me miraba con desdén, con rabia, con una cólera que yo no entendía de dónde venía, en qué rincón del infierno se originaba. Pero él veía a mi madre en mí, veía en mi rostro, mis maneras, mi andar, todos los rasgos de mi madre, y entonces se impacientaba y quería volverme un hombre rudo, áspero, brutal, pistolero, como él mismo. Aquella era una causa perdida. Yo no quería ser como él, no podía ser como él. Yo era mi madre, completamente mi madre: pío, bobito, limpio de intenciones, exento de malicia, devoto en grado sumo, lector ensimismado. Para vengarse, mi padre me mandaba a limpiar las cacas de los perros, sabiendo que eso me humillaba. La casa era muy grande, teníamos muchos perros, había muchas cacas en los jardines de esa casa que parecía infinita a los ojos de un niño como yo. Luego me mandaba a limpiar los carros. Yo obedecía sin chistar porque le tenía pánico, y si osaba poner una mínima cara de disgusto, me arriesgaba a que me diera un golpe o me azotase a correazos en el culo. Con mi padre no podía uno correr riesgos, era cosa seria, un animal salvaje, desatado, belicoso, siempre dispuesto a agredirte. Después de recoger las cacas y limpiar los carros, me exigía que fuese a dejar veneno para matar a las ratas y, si encontraba una rata muerta, recogerla y enterrarla. Mi padre sabía que esos encargos eran asquerosos, que yo odiaba cumplirlos, y por eso mismo me los imponía. Yo solo quería estar en mi cuarto, leyendo, oyendo la radio. Mi padre quería estropearme el fin de semana, llenármelo de cacas y venenos, y lo conseguía.

También le gustaba hacerme disparar sus armas. Veía a una paloma, un colibrí, me daba su pistola y me decía dispárale. Yo disparaba y casi siempre fallaba, lo que era un alivio para mí, porque no quería matar al colibrí, que me parecía la criatura más bella e indefensa del mundo. Pero mi padre tenía una puntería maléfica, asesina, y mataba al colibrí, a la paloma y a cuanto animal se moviera cerca de él. Cuando entraba algún perro de las casas vecinas, lo despachaba a tiros y luego me exigía que lo enterrase, qué oscuro deleite se dibujaba en su rostro luego de abalear a un pobre perro curioso. Cuando venían las palomas, sacaba una escopeta, la cargaba de cartuchos y mataba seis, ocho palomas por disparo. Era una bestia asesina. Necesitaba matar para sentirse bien. Yo no era como él. No quería disparar, no quería matar. Pero mi padre quería que yo fuese un cazador despiadado. Por eso me llevaba a sus cacerías. Le encantaba matar pumas y venados. Era muy difícil matar un puma. Era menos difícil matar venados. Cómo le gustaba a mi padre matar venados, era una cosa imposible de entender. Cuando por fin tuvimos a un venado en la mira, me exigió que lo matase. No pude apretar el gatillo, me dio pena, fui mi madre, no mi padre, en ese momento capital de hombría. Mi padre me insultó y mató al venado. Nunca más me llevó de cacería. Sabía que yo era un fracaso como cazador. Y si era un fracaso como cazador, era también, a sus ojos, un fracaso como hombre.

Mi padre enloquecía de cólera cuando veía que yo era incapaz de tirarme de cabeza a la piscina, porque yo era tan bobito y cobarde que me daba miedo y me tiraba un panzazo bochornoso, ridículo, que lo avergonzaba ante sus amigos ricachones, pistoleros, todos borrachos, riéndose de mí, porque yo no sabía tirarme de cabeza y me daba un panzazo más. Lo que más me dolía era que mi padre se burlase de mí ante sus amigos, yo escuchándolo todo. Me dolía mucho más que sus correazos en las nalgas, que al menos me los daba en mi cuarto, sin que sus amigos nos viesen. Pero cuando lo escuchaba riéndose desdeñosamente de mí ante sus amigos, llamándome señorita, princesita, bailarina de ballet, jugadora de vóley, mariconcito, me ardían las mejillas de rabia y vergüenza y me sentía el niño más odiado e infeliz del mundo, porque mi padre y sus amigotes, todos borrachos, se reían cruelmente de mí. Yo odiaba a mi padre, lo odiaba con toda mi alma, quería envenenarlo, matarlo, alejarme para siempre de él.

Muy temprano, cuando amanecía, mi padre, que había dormido mal porque se quedaba dormido tomando whisky y oyendo la radio en inglés, me llevaba al colegio. Manejaba muy deprisa, furioso, encabronado, insultando a los camioneros, diciéndoles cosas racistas, ¡indio de mierda, anda a manejar una llama, una vicuña!, mostrándoles la pistola, el pistolón, amenazándolos con matarlos. Era un camino largo y espantoso, un tormento que duraba una hora, y mi padre descargaba toda su furia asesina en los conductores, a los que sobrepasaba entre insultos. Parecía un hombre trastornado, poseído por el demonio, demente, impaciente por matar, y lo era. Yo tenía pavor de que matase a algún chofer. No me atrevía a decir una palabra. Me agachaba, me encogía, me ensimismaba, me empequeñecía, trataba de ser invisible, transparente, ausente. Esos viajes al colegio eran una tortura. Cuando por fin llegaba al colegio y me alejaba de mi padre, lloraba para aliviar la tensión del viaje.

Mi padre me amenazaba con meterme en un colegio militar que era un internado. Me decía que a golpes y patadas iban a sacarme todas mis delicadezas. Había que hacerme un hombrecito, un macho, y él se encargaría de eso, porque mi madre me había convertido en una señorita, una beata, una cucufata, con sus rezos y oraciones. Mi padre quería dejarme en el internado militar y no verme por meses y recogerme en el verano y sentir que por fin me habían convertido en el hijo macho, machote, que él quería tener y yo no podía ser. Por suerte no me metió en el internado militar. Quiso hacerlo, pero mi madre se lo impidió: me sacó de la casa cuando tenía trece años y me mandó a vivir con sus padres, mis abuelos maternos, y entonces, recién entonces, comencé a respirar sin miedo y a levantarme por las mañanas sin pánico a que mi padre me diese una paliza más o me humillase con una lluvia ácida de insultos y procacidades.

Con los años, casi todo lo que hice (mis libros, mis escándalos, mis amantes, mis besos, mis programas de televisión) fue una venganza contra mi padre. Nada de lo que yo hacía le gustaba, y no se cortaba en decírmelo, en insultarme y humillarme. Mis primeras columnas en el periódico, cuando yo era todavía menor de edad, le parecían estúpidas, deplorables, risibles, y me lo decía, borracho, siempre borracho. Mis primeros programas de televisión le parecían amanerados, rebuscados, pretenciosos, y me lo decía con lenguaje arrabalero. Mis primeros libros le parecieron asquerosidades, basura, mariconadas, y así me lo hizo saber, secundado por mis hermanos. Nunca me elogió un libro, una columna, un programa, una entrevista. Todo lo que yo hacía la parecía ridículo, patético, vergonzoso. Nunca me dio un abrazo, me dijo un elogio sentido, me dijo que sentía orgullo de mí. Yo fui su hijo fallido, fallado. Yo fui su hijo genéticamente erróneo, mal programado. Yo fui el hijo que nunca hubiera querido tener, el hijo que le dio tantas vergüenzas y tantos disgustos. Y así se nos pasó la vida, él insultándome, diciéndome cosas mezquinas, rebajándome, yo odiándolo con toda mi alma, evitándolo, escapando de él y su furia asesina.

Por eso, cuando por fin murió, sentí un descanso en mi espíritu. Pero antes pasé por la clínica, le di un beso en la frente y le dije que lo perdonaba.

41 pensamientos acerca de “Matar al colibrí

  1. Gennaro Flowers

    Nunca tuve padre, él siempre estuvo de viaje, estuve con un tío y sus hermanos, bancario como tu padre su comportamiento era exacto al q tu mencionas x eso lo odiaba a él, a los bancarios y a los bancos…
    Ya falleció creo q lo perdoné, pero no a los bancarios ni a los bancos, xq me enteré del mismo comportamiento parecido en muchos amigos cuyos padre era bancario, espero q te haya guatado la foto q envie a tu tuiter…

    Responder
  2. Pedro Torres

    Creo que soy el unico varon entre los que te leen..!!!!!!!!!!!…veo mucha senorita por aqui , con nombre de varon………identifiquense ..no tengan verguenza a su HOMOSEXUALIDAD……..

    Responder
  3. Salett

    Me dolio mucho leer esta columna realmente existen personas tan enfermas, disculpa pero esta mal tu papa que lastima y no se como fuiste lo suficiente fuerte de aguantar ahora entiendo tus miedos. Gracias a Dios estas aun aqui alegrandonos la lectura culturizandonos y te admiro mucho de verdad eres muy valiente. Eres grande Jaimitoo gracias por escribir.

    Responder
  4. David Cohen

    Me mataste con 3 ideas generales. 1.- tu papá pegaba a tu mamá cuando está bebido. 2.- nada de lo que hacías lograba satisfacer a tu padre y 3.- lo perdonaste. Yo he pasado por los 2 primeros infelices eventos y en el tercero sentí alivio.

    Responder
  5. Roxi

    Otros tiempos definitivamente padres rayando en lo psicopatía respecto a lo que significa hombría y madres amedrentadas y sumisas, sociedad pasiva del abuso, cómodo espectador … una pena lo que te toco en tu niñez , entiendo un poco más tus críticas acidas, tu conductas un poco pusilanimes con tus parejas, tus aciertos del menoscabo humano … te paso algo terrible de niño y para tener otros 9 hermanos es por que en esa familia también hubo chispazos de amor … búscalos y recuérdalos, así como perdonaste a tu papá, perdona también ese niño que nada o poco pudo hacer. Un abrazo querido Jaime.

    Responder
  6. Luis Cardenas

    Estimado Jaime:
    No eres un personaje del cual tenga yo mucha simpatía, debo reconocer que este artículo me ha conmovido muchísimo lo cual me obliga a sentir cierta admiración por tu persona. Mi infancia no fue la mejor pero tampoco la peor, tuve 2 padres adultos, Mi madre me tuvo a los 49 años, fui el último hijo (mi hermano me lleva 15 años), un hijo incomprendido, tuve en mis hermanos a 4 padrastros (así los llaman en psiquiatría a los hermanos que se
    irrogan el papel de padres) que nunca pudieron entender a un niño tratandolo con insultos y maltratos, y a un padre que como se diria en la película american Psycho «He was not there», no estaba ausente pero era como si lo estuviera, una persona incapaz de sentir afecto por alguien. hace tiempo que murió, pero hubiera sido un caso de estudio interesante para las universidades sobre un tipo incapaz de ofrecer un signo de afecto a alguien. Mi madre proveniente de una familia muy pobre se casó con él para huir de su miseria. Imagínate semejante combinación. En fin la naturaleza es algo difícil de entender. Espero poder seguir leyendo tus artículos, pero la realidad esta vez supera con creces a la ficción, no lo crees ?

    Responder
  7. Armando

    Muy triste anécdota de tu vida Jaime. Ese comportamiento de tu padre hizo infeliz a gran parte de la familia. Pero, como fue la vida de tu padre con el suyo? como fue la vida de tu papa, para que el fuese así después con los demás? es capaz que el haya tenido un entorno mucho peor, de mas furia y hostilidades, de las que el les propino a Uds. Bueno, animo y fuerza!

    Responder
  8. JOSE FRANCO

    esta es la triste historia de muchos nucleos familiares, donde desgraciadamente el padre nunca acepta la condición sexol del hijo y más aun si es hombre. mi padre murio y creo nunca supo nada de mi condición mejor así. porq conociendo su caracter como era la historia fuese otra. me mantuve escondido y creo ante los ojos d mi familia hasta ahora pero lo cierto es que muchas veces la familia sabe lo q pasa pero se hacen los locos y eso ocurrio en casa me hiso bien. hasta muchos d mis amigo se lo imaginaban pero no fueron capaces d preguntar tambien le agradezco, en fin lamento profundamente lo sucedido con el amigo y su padre y su carazon es tan grande q supo perdonarlo . espero tengas muchos exito lo mereces

    Responder
  9. C

    Asi como ellos no te han apreciado en mi familia te amamos. Eres el hermano que nunca tuve y siempre habría querido tener. Cómo disfrutarian todos en mi familia de tenerte. Bueno si se algo sirve todos en mi familia te adoramos, te vemos sin falta, comentamos lo que dices, nos reímos de nuevo de tus chistes y exageraciones, nos encantan. Desde los tíos que tienen más de 70 hasta mis primos adolescentes todos te amamos pero creo que al que más le has gustado es a mi papá. Habrías sido su hijo favorito. Te habría celebrado todo. Ya no está acá pero siempre que te veo pienso en el disfrutando todo lo que dices.

    Responder
  10. Pepe

    Muy bueno, y sí, Jaime tiene razón, alguien por ahí dice que ficción, pues no lo es, yo que he leido practicamente todos sus libros, algunos pasajes Jaime habla siempre de su niñez, lo duro que fue. Parece la vida de un Bokowsky de los 90. En fin, como siempre Jaime escribiendo desde las entrañas.

    Responder
  11. JOSE CONTRERAS

    ESTUDIÉ LETRAS EN LA ULA ( UNIIVERSIDAD DE LOS ANDES-MERIDA-VENEZUELA) CURSANDO LITERATURA COMPARADA II REALICÉ UN ENSAYO SOBRE EL CONFLICTO PADRE E HIJO, DESTACANDO LAS RIVALIDADES ENTRE DAVID Y ABSALON(BIBLIA); CRONOS Y SUS HIJOS(MITOLÓGICO) Y LA CRUELDAD QUE SE EXPONE EN LA METAMORFOSIS DE FRANK KAFKA ENTRE GREGORIO SAMSA Y SU FUNESTO PADRE. ESTE RELATO ME HUBIESE SERVIDO DE APOYO LITERARIO.

    Responder
  12. Yvan

    Esta historia me ha gustado más que las últimas, aunque todas siempre son de mi agrado, pero me quedo con la últimas palabras que dijo tu padre, y que no se lo contaste en esos tiempos a tu madre : que buen culo de la enfermera (y de repente un ángel)

    Responder
  13. Ronald

    Leo con mucha atención lo que escribes,aunque me niegue a creerlo,la mayoria de tus lineas pueden ser ciertas,tuve un padre asi,pero hui de casa a los nueve años,fuimos muy pobres, y somos once hermanos,conozco a cinco,los demas no tuve la oportunidad, pero ahora,despues de encontrarnos casi treinta años después, siento lo mismo que tú por tu padre.
    Siento que no lo amo,lo juzgo por haber sido cruel en mi niñez,por haber preferido a mi hermano,un año mayor que yo para llevarlo siempre a el donde iba y dejandome rezagado en casa.
    Pero ahora lo veo,y solo veo un hombre rendido, sus hijos son todos profesionales, pero no despegan,y ni siquiera una casa decente le pueden dar,una lástima, al igual que tú, mi refugio fueron los libros, escribo sobre eso,pero no me atrevería a publicar algo como este artículo, es muy fuerte para aliviar el dolor y aplacar el odio,aunque contigo, nunca se sabe…

    Responder
  14. Mario Daniel Furnieri

    Creo que en Latinoamérica, ésta historia se debe repetir con una recurrencia de siete u ocho de cada de 10 hijos. Donde el papà fue grosero, agresor, borracho, colérico, etc.
    Esto en el mejor de los casos (si es que se puede decir «mejor» o quizás no), porque en otros casos, seguramente estuvo ausente, lo cual, para algunos que tuvieron que sufrir un padre agresor, tal vez hubiesen preferido esa falta de padre.

    Los padres/madres nos trajeron, nos trataron de guiar, pero luego cada quien debe seguir su camino. Igual debemos hacer con nuestros hijos/hijas.
    Debemos y deben seguir.

    Responder
  15. Luis

    El relato es cómo si se tratase de mi propia historia, con la particularidad que yo no era el hijastro mayor (porque ni siquiera fui criado por mi padre biológico), era el hijastro menor y entre mi padrastro y hermano me hicieron la vida un infierno. A mi padre biológico lo conocí ya de adulto después de buscarlo con desespero, habría preferido nunca encontrarlo, pero esa es otra historia.
    Mi padrastro un albañil sin mayor educación, sin mayor cultura la cual le fue transmitida a su vez de sus padres. Era un nombre muy rudo, le encantaba el alcohol, casi siempre estaba borracho, prefería dejarnos sin comida para gastarse el dinero que ganaba en su oficio, en alcohol. Quería hacerme un hombre rudo también, pero cómo casi nunca estaba por sus borracheras, lo podía sobrellevar. En cambio mi hermano me odiaba, era muy resentido. Me odiaba por mis finuras, por mis delicadezas, por mi feminidad desde pequeño que jamás pude disimular. Sin contar las golpizas que me daba, no me sometía a trabajos duros, pero cómo decía que era un maricon, si me obligaba a cocinarle, a la lavar su ropa, a realizar las tareas domésticas, todas las tareas, él no hacía nada, él era el rey. Odié a mi hermano y a mi padre tanto cómo tú a tú padre, pero no pasaré a la clínica a besarles la frente, ya los he perdonado y preferiría no volverlos a ver, creo que siento paz así.

    Responder
    1. Flor de Maria

      Leí tu comentario con interés—que pena. Que pena pasar la niñez, esa que nunca vuelve, esa que marca, con gente que—no solo no vale la pena—sino también parece tiene el solo propósito de hacerte la vida miserable. Estoy contigo, mantente alejado, trata de perdonar, vive tu vida, trata de ser feliz y siempre recuerda que esto no es algo que tú hiciste, que es solamente que a veces la vida es simplemente una porqueria

      Responder
  16. luisao

    si yo te contara jaime, entre mi abuelo y mi padre me ahogaban en un cilindro como si fuese te filtrante y hasta se divertian , tanto que una vez me llevaron de emergencia porque habia tragado demasiada agua , esos traumas te persiguen toda la vida

    Responder
  17. Humberto

    Jaime, pasaste duros momentos… Aunque me resulta curioso como algunas cosas se vuelven cíclicas en la familia, tu relación con tu papá no fue amena y ahora pasa lo mismo con tus hijas mayores contigo (lo cual lamento mucho), tal vez Zoe es la tercera parte de la historia, una donde ya lo vivido no se repita.

    Responder
  18. Denia Izquierdo

    Dolorosa historia que ya conocia Jaime, tambien siempre he tenido la duda si ese maltrato fue con tus hermano o solamente contigo. Eres Un sobreviviente Mi querido Jaime, y tus hijas deben quererte mucho por ser Un excelente padre. Un abrazo.

    Responder
  19. Patricia Paz

    Emotivo relato de tu niñez donde tu padre no hizo más que maltratarte, desfogando en ti todos sus traumas y odios. Admiro tu capacidad de sobrellevar esos traumáticos años y como a través de los años, con todo lo que experimentaste, nunca dejaste de ser un odre amoroso que nunca maltrato a sus hijas como tu padre lo hizo contigo. Espero que tus hijas, las mayores, realmente valoren al padre maravilloso que eres y entiendan que a veces como esposos o esposas somos un desastre pero como padres somos los mejores. Tu historia me recuerda a la de mi padre, quien también fue maltratado por un padre alcoholico y que lo discriminaba porque no era “blanquito” como el sino trigueño como mi abuelita, una mujer trabajadora y amorosa pero de poco carácter. Mi papi es un padre que cometió errores como esposo pero fue un muy buen padre. Espero tus fantasmas del pasado sean solo eso fantasmas y que disfrutes de tus 3 hijas y ellas de ti. Cariños desde Vancouver, Canadá. Patricia

    Responder
  20. Ernesto Tapia

    Jaime,me sorprendistes tu eres más valiente que cualquier metrosexual,haber sobrevivido a tremenda dictadura desde tu niñez,es admirable,mis felicitaciones no sabes lo orgullosa que deben estar tu familia,sobretodo tu madre.

    Responder
  21. Karla Herrera

    Que dura fue tu infancia Jaimito, puedo imaginar cuanto habras sufrido, pero Dios te premio con una bella familia y un alma tan noble, que te permitio perdonar a tu padre, que tanto sufrimiento te causó.Dios nos pone pruebas y las recompensa , y asi lo hace y lo seguira haciendo contigo. Saludos desde Tacna- Perú.

    Responder
  22. Jorge

    Me descubrí a mí mismo en ese relato. Lo leí con dolor y me pude ver. En mi caso, fue un tío el que me despreció siempre y aún lo hace. Me hizo sentir pequeño, inservible. Lo odio aún, a mis 28 años, me hizo daño con eso. No puedo imaginar lo peor que puede ser en caso de tu propio padre.

    Responder
  23. Chichi

    Te amo Jaimito, pasaate una vida dificil, pero tienes a tu Dorita, y ahora Dios te.premio con algo mejor que el pulitzer , tu hoja zoe y tu bella esposa, le digo bella porque su corazon pudo contigo. Hay cosas q siempre las vas a tener pero la vida es hermosa y aprendiste a amar de nuevo.

    Responder
  24. Jose coloma

    Si en verdad perdonaste a tu Padre (pobre él) reflejaría tu nobleza, ubicándote por encima de semejante sufrimiento. Eso tendrá su recompensa en tu corazón. Más pena da él que tú. Reza por él.

    Responder
  25. Kadena

    Siempre me pregunté que dicen tus hermanos de tu padre, ¿piensan lo mismo? O al único que molieron a golpes es a ti, me pregunto si son los recursos de un escritor mimado, o en verdad tu viejo fue el hdp que presentas.¿Tu madre piensa igual?

    Responder
  26. Teresa

    Que grande eres querido Jaime, que ironia de la vida, estoy segurisima que donde estee a de ver , y saber que sin embargo, es el mejor hijo que pudo engendrar, hoy el mundo entero de habla hispana te ama, te admira, hoy todos somos tus padres, que orgullo es quererte, gracias por existir.

    Responder
  27. Humberto Nuñez Otoya

    Jaime he leído atentamente la columna, el fondo es muy triste no se si lo haces como catarsis o para echar fuera heridas no superadas, pero si sl compartir esto le sirve de algo para alguien bien hecho, bueno felicidades y muchos más este próximo 19 que también es mi cumpleaños, yo cumplo como 6 ò 7 más que tu, y cada mañana veo tu programa en Mega por la diferencia horaria, un saludo desde BCN.

    Responder

comentarios

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *