Toda familia es una guerra de guerrillas. La mía, quiero decir la que fundaron mis padres, no es una excepción. Hay bandos y facciones, hay aliados y enemigos, hay fuego cruzado y fuego amigo, hay lealtades y felonías, hay conspiraciones y delaciones, hay riñas y armisticios.

Se supone que las fiestas navideñas son un armisticio, una tregua, un efímero acuerdo de paz. Se supone mal. En mi familia, quiero decir la que hicieron mis padres, las balas pasan silbando también en navidades.

Como somos diez hermanos del mismo padre pistolero, cazador de animales, y la misma madre religiosa, salvadora de almas, es improbable que todos nos reunamos en casa de nuestra madre para celebrar las navidades. Papá ya no está, murió hace doce años, algunos en la familia lo extrañan y rezan por él. Yo no lo extraño, las navidades con él eran peores. Papá tomaba mucho, fumaba mucho, y entonces se ponía necio, agresivo, mezquino, insoportable. Odiaba que yo fuese un escritor. Yo odiaba que él fuese un matón. No nacimos para querernos. Todos los correazos que me dio en el culo cuando era niño tal vez sellaron mi destino.

Estas navidades decidí que no iría a la casa de mi madre porque están construyendo un edificio al lado de mi apartamento en Lima y los ruidos son en extremo fastidiosos. Mi vida ha consistido en huir del ruido, la idiotez y la religión, que a veces son la misma cosa y están en la misma ciudad. Por eso me fui de Lima hace tantos años y no quise volver estos días de fiestas. Sin embargo, mandé con una tripulante aérea una maleta llena de regalos para todos en la familia. Cuando digo todos, quiero decir todos, absolutamente todos, incluyendo a mis enemigos, adversarios, contradictores y competidores. Pensé que el espíritu de las navidades, bien entendido, suponía perdonar al que te agravió, abrazar al que te escupió, darle un regalo a quien quisieras darle una trompada. Decidí que haría buenos regalos, espléndidos regalos, a todos, sin discriminar, sin cultivar rencores, sin aferrarme a los recuerdos agrios.

No imaginé que muchos de mis regalos serían devueltos.  Tampoco imaginé que apenas cuatro de los diez hermanos irían a la cena navideña en casa de mi madre. Los ausentes, los rencorosos, los exiliados, fuimos mayoría. Seis hermanos no fuimos, pudiendo haber asistido. Seis hermanos decidimos sabotear las navidades familiares. ¿Nos reunimos los seis descastados a festejar unas navidades paralelas, amotinadas? No, no, qué ocurrencia: cada uno cavó su propia trinchera y se hundió allí a disparar fuego graneado contra los demás. Yo cavé mi trinchera en las montañas nevadas de Quebec, rodeado de mansos venados que comían galletas de mis manos, y desde allí recibí las noticias de los regalos que, uno a uno, insospechadamente, me devolvían mis parientes, como si esos regalos estuviesen infectados, o fuesen hediondos, repugnantes, como si solo abrirlos fuese una manera de quererme que yo no merecía.

Porque ya habían sido ignorados o desdeñados por mis nueve hermanos, quiero decir los siete hombres y las dos mujeres, los ejemplares del último libro que publiqué, “Pecho Frío”, que dejé en casa de mi madre, como obsequio para ellos. Ninguno, que yo sepa, lo leyó. Ninguno me escribió, comentándolo. Ninguno me dignificó leyéndolo, o tratando de leerlo, o diciéndome piadosamente que lo había leído cuando no lo había hecho. Si bien no me devolvieron los libros, me devolvieron un silencio que, en verdad, algo dolió.

Con los regalos navideños la cosa fue a peor. Porque unos días antes del 25 recibí un largo email, escrito y firmado por las cuatro hijas de mi hermana, todas mayores de edad, todas en edad de comer con su propia mano, todas vestidas con la misma ropa de los mismos colores, diciéndome que, en solidaridad con su madre, a quien, según ellas, yo había mancillado o desdorado en alguna columna prenavideña, sugiriéndole que refrenase su codicia y dejase de esquilmar a nuestra madre, se negaban a abrir mis regalos, me los devolvían, me los arrojaban figuradamente en la cara, deseando que me los metiera en la hendidura u orificio más conveniente (donde a buen seguro habrían de caberme) y me conminaban a no regalarles nada nunca más, ni a escribir sobre ellas nunca más. Por último, ya lanzadas a regalarme invectivas y vitriolo por navidades, ya puestas a reventarme diatribas como pirotecnia o petardos o cohetecillos, las pipiolas me decían que era un infeliz, un renegado, alguien que no conocía el verdadero amor. Preferí no responderles. ¿Conozco el verdadero amor? No lo sé. Creo que sí, pero no podría probarlo. Enseguida me pregunté: ¿y ahora qué hago con los regalos devueltos por mi hermana y mis sobrinas? Porque irónicamente a cada una de mis sobrinas le había regalado trescientos euros, en billetes de cien, y a mi hermana dos pañuelos de seda. Pensé: bueno, perdí cuatro sobrinas, recuperé mil doscientos euros, quizás a la larga no sea tan mal negocio.

Más, mucho más, me dolió que mi hermano, el ingeniero, y su encantadora esposa se negasen a recibir mis regalos. Podría entender que, una vez abiertos, no les gustasen y me los devolviesen, o que fuesen a la tienda a cambiarlos por otras prendas de esa casa reputada. Pero es que ni siquiera los abrieron, no se asomaron a curiosear qué había encubierto el colorido papel de regalo. Y eran buenos, buenísimos regalos: tres para él, tres para ella, en testimonio de mi profundo aprecio y gratitud. Corbatas y pañuelos de seda, perfumes, accesorios de cuero, cosas de tiendas finas que elegí con cariño para ellos. ¿Y por qué se negaron a abrirlos y me los devolvieron como si apestaran? Porque en una reciente columna prenavideña me permití recordar que mi hermano, hace muchos años, cuando acababa de separarme de mi primera esposa, y ella se había mudado a Lima con nuestras hijas, se convirtió en el consolador de mi esposa, en su socio y amigo, su inseparable compañero de decoraciones de jardines, apareciendo retratados juntos en las revistas de papel cuché, dando lugar a toda clase de chismecillos y habladurías, porque, como era previsible, a la Lima pacata y maledicente le parecía delicioso que mi hermano se cepillase a mi esposa, dado que yo no sabía o no quería cepillármela, y entonces él chancaba, alisaba, pulía y cepillaba el cuerpo fructuoso de mi señora esposa, que yo, tan puto, había dejado invicto. ¿Miento, fabulo, deliro, alucino? No, no, qué ocurrencia: solo recuerdo, recuerdo y cuento, recuerdo y escribo. Pero, claro, a ojos de ellos, los amantes furtivos, eso no se cuenta, de eso no se habla. Y ahora, ¿qué hago con los regalos devueltos por mi hermano y su mujer? No lo sé, pero mi suegra cumple años en enero y mi madre en abril.

Y luego, por si fuera poco, mi hermano, el magnate, y su novia, la hija del general, tampoco han querido recibir mis regalos, y le han dicho a mi madre que no merezco el honor de que ellos acepten esos regalos, así que me los devuelven, ultrajados. ¿Y cómo los he ultrajado, de qué manera los he deshonrado, qué vilezas y abyecciones he vomitado sobre ellos? De todos mis males culpo a esta columna, estos escritos concupiscentes: en una columnita prenavideña me permití contar mi estupor, o mi resquemor, debido a que mi hermano, el magnate, el mujeriego, había embarazado, a saco, a la hija de un general. Dije entonces, y no retiro lo dicho, que soy enemigo de todos los generales, todos los coroneles, todos los militares y policías. Dije entonces, y no me arrepiento, que soy enemigo de todos los generales en todos los uniformes de todas las banderas. Mi hermano me acusa de racista. Dice que deploro a su novia porque proviene de una familia castrense de clase media pujante. No es verdad. Mis enemigos históricos, de toda la vida, son los curas y los militares. No podría enamorarme de la hija de un cura o un militar. Sin embargo, había hecho el esfuerzo de mandarle un regalo muy fino a la hija del general. Mala suerte: no es bienvenido. Era un lindo pañuelo de seda. Tendré que usarlo yo mismo.

La más agradecida, la que está encantada con todos sus regalos y con la posibilidad de quedarse con los regalos que me han sido devueltos, es, por supuesto, mi adorada madre, quien me dice que sus pañuelos de seda y sus perfumes le han encantado, pero lo que más le ha gustado es la maleta rodante que le mandé de regalo con la tripulante aérea. En realidad, la azafata debía traerme de regreso esa maleta, pero ya mi madre le echó el ojo y se quedó con ella. O sea que el único objeto que no era un regalo para nadie fue el que, al final de cuentas, mereció los mayores elogios y las mayores gratitudes, cómo es la vida de rara.

45 pensamientos acerca de “Los regalos devueltos

  1. Pedro Esquivel

    Hola amigo:
    Recientemente empece a leer y escucharlo
    Me gusta su irreverencia y lo humano que es con todos los errores y fallos. Tengo exactamente tu edad y tengo una chica de la misma edad que la tuya…y soy muy feliz con ella. Dice que nadie le da tanto placer como yo…jajaja saludos amigo desde Costa Rica

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  2. Marina

    Estimado Jaime,
    A mi me vienen muy bien los euros, los perfumes y los pañuelos de seda. Asi que, si mo sabes que hacer con ellos, no hace falta que te los metas en algún lugar, envíame todo a Argentina. Estaré agradecidicima. Saludos.

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  3. Martin

    Hola jaime me cage de risa con este articulo soy taxista en esta Lima que en algun lugar lei que estaba enferma de angurria clasismo racismo y otras cosas mas pero en fin es mi mundo y vivo en el tratando en lo posible de no ser parte de el
    Se psso de vueltas tu hermano cepillador es un pendejerete jijiji

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  4. Morgan

    Hola Jaime, Feliz Año y si vivieras en España, Felices Reyes. Con respecto al muro del presidente DONALD TRUMP, debería construirlo, Israel lo construyó le va de maravilla, antes eran atentados terroristas todos los días.

    Creo que López Obrador hundirá la economía y millones de mexicanos saldrán en avalanchas hacia EEUU.

    No te gustaría que se metiera alguien en tu casa sin permiso, ¿verdad? y además en tu casa, creo, que tienes una puerta y a lo mejor de seguridad y te vas a dormir y la dejas cerrada, ¿verdad?.

    Los demócratas, que no sé por qué ese nombre, deberían llamarse algo así como PARTIDO SOCIALISTA OBRERO DE USA. Ellos no quieren fiscalizar nada, lo que quieren es hacerle daño al Presidente. El líder de los «»»demócratas»»» es Bernie Sanders, ha escorado el partido hacia la izquierda populista, pareciéndose más al partido Laborista inglés.

    En el mundo hay países muy poderos, no son democracias, y están gobernados por halcones, el presidente de EEUU no puede ser un blandengue, por ejemplo como el Obama, había que ver como se inclinaba ante los jeques árabes, su mujer se negaba a llevar el velo a esos sitios, ella tiene más huevos que su marido.

    Saludos.

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  5. Mario Daniel Furnieri

    Parece que crece la audiendicia o lectores en ésta página.

    Y a los venezolanos, dejen de agradecer tanto por lo que por Venezuela en el programa en Mega, y mejor preocupense por hacer algo por Venezuela, unirse para cambiar las cosas y dejar de seguir mansamente, esperando que haciendo nada, la situación en Venezuela va a cambiar.

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  6. Dohi

    Tienes razón, casa familia es una trinchera, en la que se desata una guerra de guerrillas, pero al final son familia lo quieran o no, a eso no se renuncia

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  7. Vincenzo Di Prizito

    Admirado Jaime me identifico con lo he escribes en relación a la familia . Ciertamente ser libre de pensamiento y palabra conlleva una guerra , una herencia continuada. La persona que no admira no respeta y no comunica … no sentirá la indescriptible emoción de Amar y Agradecer.
    Gracias por mantener la página del francotirador al igual tu programa televisivo en youtube…
    CONGRATULACIONES!!!!
    ATTE.
    Vincenzo Di Prizito
    《Italo-Venezolano》
    Pd: estoy escribiendo un mi primer libro…ya tengo el título: HERENCIA CONTINUADA. Que le parece ?

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  8. Melody

    Jaime, cada vez que leo tus escritos: « […] apareciendo retratados juntos en las revistas de papel cuché, dando lugar a toda clase de chismecillos y habladurías, porque, como era previsible, a la Lima pacata y maledicente le parecía delicioso que mi hermano se cepillase a mi esposa, dado que yo no sabía o no quería cepillármela, y entonces él chancaba, alisaba, pulía y cepillaba el cuerpo fructuoso de mi señora esposa, que yo, tan puto, había dejado invicto. ¿Miento, fabulo, deliro, alucino? No, no, qué ocurrencia: solo recuerdo, recuerdo y cuento, recuerdo y escribo. […]», siento como si te escuchara, con la fuerza y delicadeza que pones a cada palabra.
    Saludos.

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  9. Daniel Zapatel

    Entonces mi estimado, cuando te pasas de vueltas y tomas mucho, comes mucho o dejas de tomar nuestros antidepresivos… repites nuevamente columnas antiguas que pertenecen a parte de tus libros, que repiten y repiten la misma historia que realmente resulta deliciosa!… pero: ¿porqué lo haces Jaime?
    Si basta con que hagas una nota cualquiera
    o que la haga tu esposa y tú las firmas!
    Porque no sería innovador que ella escriba y tu lo firmes?
    Porqué repetir tanto, lo que pasó hace tantos años, con tanta gente, que tan poco te importa?

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    1. Erika

      Acaso lo que acano de leer no es en lad navidades del 2018????? Es que ya se le acabó la inspiración, que recurre a plagiarse. Por favor explicame si estoy en lo cierto?

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  10. Flora Buchbinder

    Hola,soy argentina … psicóloga, siento un placer enorme leyendote y escuchando te…eres un gran entrevistador, seductor,incitante, elegante…pocas veces pierdes la paciencia con el entrevistado, por lo menos no lo demuestras..me sirves de modelo …Admiro y envidio la pareja que son uds(tu y Silvia)…dan cuenta que el encuentro amoroso es posible.Un respetuoso abrazo a ambos y también a Zoe…ah! también a Teo

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  11. Zeida

    Feliz Año Nuevo para ti y tu linda familia.
    No hagas caso a todos tus hermanos , si no quisieron tus regalos , encontrarás personas a quien dárselos y que los apreciarán de corazón.
    La verdad ofende siempre y si ellos han reaccionado así… diste en el centro .
    Tu mamá una gran señora, me encanta! con elegancia … te derrumba.
    No es una consolación pero, yo que tengo una sola hija y trato de darle lo que ella quiere y puedo siempre al final ni siquiera las gracias.
    Me consuelo con la dicha de haber siempre intentado hacerla feliz .
    La vida es así…
    Un abrazo, zeida.

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  12. Mireya

    Querido Jaime, para empezar que fácil lectura y que ganas enormes de terminar todo lo que escribes. Imagino que algunos se ofenden al verse descubiertos por ti en tus historias, a mi también me gusta leer y es en la experiencia donde uno puede explorar mejor para poder escribir. Pero ellos no comprenden que prevalecerán en el tiempo y en la memoria gracias a ti. Deberían sentirse privilegiados. La Verdad no ofende. Te mando un abrazo enorme, felices fiestas!!!.

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  13. yeferson b

    saludos jaime eres todo un personaje!!! pero no te lo tomes tan a pecho… recuerda como dijo una vez albert einstein…. » triste época la nuestra» es mas fácil desintegrar un átomo que un prejuicio!!!

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  14. Milagros Seminario

    Jaime, felices fiestas. Y la familia es así pero familia al fin, y si no quieren recibir regalos pues te cuento que yo hago chocolatadas navideñas todos los años y lo beneficiados son niños y niñas de muy bajos recursos así que si quieres colaborar con ellos serán bien recibidos todos tus regalos claro deben ser juguetes. Saludos desde Chulucanas Piura.

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  15. Tania

    Como siempre, un gusto leerte. Saludos desde Lima la hipócrita, la de fotos de revista, la de reuniones sociales, sonrisas falsas y comentarios por la espalda… Pero también la Lima de los bonitos recuerdos, de la corneta del heladero de donofrio los domingos, de las salidas al parque, la de los amigos sinceros y las sonrisas francas. Feliz año y saludos a tu linda esposa (a quien sigo en YouTube) y preciosa hija!

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  16. Gina Paola

    Jaime: lo que cuenta en verdad es la intención de tu corazón, que, por lo que relatas, sospecho que fue la mejor.
    Hay un dicho que reza asi: «Quien esté libre de pecado, que tire la primera piedra»
    Que tengas un lindo 2019.
    No dejes de escribir, adoro tu ortografía.
    Saludos!!!

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  17. Fiorella

    Hay que gracioso lo de la maleta. Si gustas me mandas a mi todos los regalos con gusto los acepto jiji. Feliz año querido Jaime siempre es un gusto leer tu columna, la disfruto mucho.

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  18. Ruth

    Lo que dices es cierto aquí la hipocresía se disfraza de protocolo sobre todo en estas fiestas donde se
    «debe perdonar todo».
    Nos encanta vivir de las apariencias, buen padre, buen hijo.
    El malo siempre será aquel que diga la verdad.

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  19. Mari

    Una sociedad compuesta de personas que se ofenden por decirles la verdad es típico en Perú, él que comete pecado lo hace consciente del grave error y no le importa siempre y cuando quede en secreto ; pero si sale a la luz… Uuuuu se araña. Falsos e hipócritas. Lo que aprendí de la vida en Europa después de tantos años..es que aquí no hay pelos en la lengua y después de las peleas o discusiones se continúa como si no hubiera pasado nada. Eso a mí me pareció raro, al inicio, ahora ya no.

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comentarios

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